El sagrado bosque de Bomarzo: un sendero incomprendido
- Prof.ssa Giovanna Ciarmatori
- 4 oct 2021
- 3 Min. de lectura
Un príncipe que dedica un jardín misterioso en honor de la amada esposa difunta. Inscripciones que invitan a entender el profundo sentido de las inquietantes e intrigantes esculturas. Este es el Sagrado bosque de Bomarzo, como era llamado originariamente.
Pero luego ha pasado a ser conocido más bien con el nombre de Parque de los monstruos, a pesar que, como reza en un italiano arcaico la inscripción a la entrada, las estatuas, más que monstruos, representen «caras horribles, elefantes, leones, osos, ogros y dragones».

Un mensaje todavía no descifrado
Pero vamos por orden. Bomarzo se encuentra en el Lacio, en provincia de Viterbo. Aquí, en el siglo XVI, en el 1560 exactamente, el príncipe de Bomarzo, Pierfrancesco II Orsini, dicho il Vicino, ordenó al arquitecto y anticuario Pirro Ligorio realizar un ‘bosque sagrado’, mientras que las representaciones escultóricas fueron encomendadas a Simone Simoncelli, en arte Simone Moschino. Los trabajos se concluyeron en el 1580 y el parque fue dedicado a la mujer del príncipe, Giulia Farnese, que entre tanto había fallecido.
El bosque sagrado serpentea como un laberinto en el cual aparecen animales, figuras mitológicas, a veces monstruosas, y referencias a la historia, a las leyendas y a las artes mistéricas. Muchos han intentado vanamente interpretar el mensaje encerrado por el recorrido que se desenvuelve a la sombra de los grandes árboles ya seculares, aún porque, a la entrada, debajo de las primeras dos estatuas, que representan a dos esfinges, otrora se leía (en un italiano bastante peliagudo, que es mejor traducir) esta estimulante invitación: «Tu que entras aquí, deja a lado tu mente y dime luego si tantas maravillas estén hechas por engaño o más bien por arte».
¿Qué querrán decir?
Cerca de la entrada esta la aterradora estatua de un gigante que desgarra el cuerpo de un hombre. Hay quienes piensan que represente a Hércules que mata al ladrón Caco (cuya derrota es situada por el mito precisamente en el Lacio), y hay quienes lo identifican con Orlando que, enfurecido por amor de Angélica, mata a un pastor.
Otra estatua seguramente simbólica, pero de difícil comprensión, es la que representa a una tortuga que sustenta una columna, sobre la cual se apoya una victoria alada, figura mitológica de la antigua Roma.
Y luego hay un elefante de guerra que agarra con la trompa a un soldado romano, probable referencia a las hazañas del general cartaginense Aníbal, que trajo guerra a Italia, aterrorizando a los romanos con sus paquidermos adiestrados al combate.
El mundo romano vuelve con varias figuras, como las estatuas de divinidades, entre las cuales Ceres, diosa de la naturaleza y de los nacimientos, y un dios masculino de semblante imponente, no se sabe si Neptuno, dios del mar, o su hermano Plutón, señor del reino de los muertos.
En este curioso sagrado bosque, se encuentra también una extraña construcción, denominada ‘Casa inclinada’, un edificio que sería una casa común, si no fuese que está inclinada por un lado, y, entrando allí, uno se encuentra caminando sobre un piso en pendiente. La inscripción que se lee allí reza:
«El alma, descansando, se hace más prudente; entonces…».
¿Tendrías el valor de entrar en la boca de un monstruo?
En el parque hay también descomunales cabezas de facciones aterradoras, representadas con la boca abierta, como a querer tragarse a los visitantes. Una es la del dios marino Proteo, capaz de mudar de forma a voluntad, o Glauco, pescador que, comiendo una hierba, divino un dios del mar.

Otra es la del así dicho Ogro: si uno se deja atemorizar y atraviesa sus fauces abiertas, puede entrar al interior de una habitación donde hay una mesa de piedra. En el labio superior del ogro se lee una inscripción: «Todo pensamiento vuela». ¿Quizás una invitación a no dejarse espantar por sus propios pensamientos negativos y a atreverse a ir más allá enfrentando sus propios miedos?
Entonces, como ya habrán entendido, en el sagrado bosque de Bomarzo se puede pasear agradablemente a la sombra de los árboles, gozando del encanto de un magnífico parque secular, pero también se puede dejarse interesar por las enigmáticas figuras e intentar entender su misterioso hilo conductor. ¡Quizás que no logren descifrar lo que hasta ahora ha quedado para todos incomprensible!